Poesía




Abrir los ojos en la última pendiente
respirar un aliento más
una gota ilimitada.

Amor, perdona si beso el cielo
pero todo lo resisto mejor desde la altura.

La ilusión solo dura lo que dura el relámpago
aprieto los puños como un recién nacido
y sueño con playas con olor a mar.

Vieja para buscar.
Joven para recordar.

A veces vivo en la luz de una cerilla.
En el otoño
cuando las lechuzas duermen
y las hojas muertas brillan.

©Mayte Uceda

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Quisiera tener el poder
de atar los sueños a la noche.
Abrir los ojos, desadormecer el cuerpo
y toser el humo que desprende la ciudad.

A veces solo quiero alzar el vuelo
convertida en boca de dragón,
y buscar reflejos de luna
en los pozos de los hombres.
Pero siempre tropiezo con las alas negras de los cuervos.
Malditos pájaros con memoria.

Soy la silueta de una niña trazada en la lluvia
que sueña con dejarse caer sin peligro
en los brazos de una Xana.
Y cuando logre sacudirme de encima
los cepos de la mente,
volveré a casa rendida,
con la mirada convertida en arroyo
y el aroma del bosque en la ropa.

©Mayte Uceda


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SOY ese cuento que suena en el aire
y perfuma el ambiente.
El suspiro de la araña en su tela vacía,
el gato al que arrojan fuera de su tejado.

SOY la que no sabe superar el dolor del mundo,
ni tampoco escalar montañas en los días tristes.
La que piensa que el mal no es solo el bien torturado.
El mal es el mal,
y no intentes explicarlo.

SOY la que nunca pregunta al desnudo dónde está su ropa,
la que entiende que la tortuga nunca aprenderá velocidad
por mucho que se esfuerce la liebre.

Soy el pájaro que salta feliz en su rama.
La de la sonrisa plena.
La de los besos de luna llena.

SOY la que desnuda arcoíris para vestirse de color.
La última gota de lluvia que moja la tierra.
La niña que juega sola en el parque.
La adolescente que nadie toca.
La vieja que nadie ve.

SOY la que traza nuevos planes cuando se estrellan los antiguos,
y la que decide estrellarse con ellos.
La que piensa que el escapismo a veces es necesario,
pero al mismo tiempo se da cuenta de que huir
es jugar a enterrar la cabeza.

SOY la que no sale a bailar porque la canción que ama
nunca suena para ella.
La que sigue haciendo preguntas,
aunque no haya respuestas.
La de las palabras invertidas;
pacifista en tu alma, guerrera en la mía.

SOY la que se quita la ropa.
La que se queda en la orilla.
La infancia de un poeta
en
un
patio
de
Sevilla.

©Mayte Uceda


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QUIERO cafés en tazas de segunda mano
que no lleven mi nombre,
y que las palabras tengan siempre
el mismo significado:
Casi es TODO.
Casi es NADA.

QUIERO dejar de sentirme el uno
en una secuencia de ceros,
y mirar por la ventana sin ver el humo
que está tosiendo la ciudad.

QUIERO pensar que la risa no envejece a la gente,
que es la tristeza la que apuñala por dentro
y deja arrugas en la piel.

Nos dijeron que la vida es un instante prolongado,
pero miraban demasiado las estrellas.

Y mientras te dibujas lunas llenas en el pecho
de color albero,
yo no quiero que la noche vuelva,
que me deja el corazón seco de llorar tanto,
que la primavera ya no florece
ni en marzo
ni en abril
ni en mayo,
que me quedo en la mañana azul
con mil libros en las manos,
esbozando en la memoria
la sombra de un romance a medida.

Y más quizá,
y más, si es hora,
sentirme bien igual de sola.

©Mayte Uceda


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Solo me quedaba una canción para los días de invierno,
y mientras todos cantaban al unísono,
tú, callada.
Silenciosa.

Soy un vagabundo perdido por amor,
torbellino de nieve en tu pelo,
nómada sin miedo,
óxido de mar
amarrado a noray viejo.

Cuanto más quiero alejarme
más me sorprende
lo
lento
que
me
muevo,
tendré que alzar el vuelo
con una porción de mí
fuera de sincronización.

Ya sabes cómo me gusta sobrevolarme.

Y después de ti,
después, quién sabe,
tal vez busque ese cielo de poeta
que en un infierno cabe.

©Mayte Uceda


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Te conocí en invierno
y desde entonces voy por la vida
con un cúmulo de nieve enredado en el pelo.

Amor, no entiendo el encanto del peligro
ni miento cuando digo
que el viento me ordena dejarte.

Mi fragancia ya no será 
tu aliento sobre mi almohada
ni tus besos serán mis versos.

Dormiré en soledad
de madrugada
y al despertar a ras de sueño
sentiré que soy como siempre quise ser
y no como venía siendo.

Aunque, si soy sincera,
estoy cansada de resurrecciones diarias
cansada de fénix
cansada de cenizas.

©Mayte Uceda

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En mis idas y venidas
tus caricias levantaron ampollas
que dejaron cicatrices de piel muerta
a la vista de todos.

Yo era la brizna más pequeña de tu jardín de otoño
aplastada una y otra vez
por la misma suela de zapato.

Contigo, amor estelar
soy el ancla de mis sueños más queridos
y yo quiero ser grumete
sentarme en la cofa del palo más alto
y buscar naufragios en estelas de mar.

Cuando salga el arcoíris
me lo pondré por montera.
Tengo cuerpo, alma y ángel
como dijo Eugenio d´Ors.

Soy el jinete de la marea
a la espera de viento favorable
voy en busca de Orfalase
el lugar más lejos de la Tierra.

Porque pararse es volverse desconocido
y yo hace tiempo que no me reconozco.

Aún pienso en ti en la cresta de la ola
en el regusto amargo de mi aliento de sal.

Búscame en el mar más salvaje
donde habita la verdad de la materia.
Búscame aferrado al tronco de un árbol
flotando a la deriva
arrasado por el viento
el salitre
y el maltrato
sin más recompensa que la vida.

©Mayte Uceda

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