Comentar una lectura siempre es un buen motivo para retomar la actividad de este blog mío que tenía un poco olvidado. La última novela que he leído es La Colina del Almendro, de Mayte Esteban, y me apetece compartir con vosotros mis impresiones.
Recuerdo haber hablado con Mayte en alguna ocasión mientras la estaba escribiendo, las dos estábamos sumergidas en la misma época -mi nueva novela también se desarrolla en los tiempos convulsos de la Primera Guerra Mundial-, y ambas éramos conscientes de la magnitud del trabajo de documentación que significa escribir novela histórica.
Recuerdo haber hablado con Mayte en alguna ocasión mientras la estaba escribiendo, las dos estábamos sumergidas en la misma época -mi nueva novela también se desarrolla en los tiempos convulsos de la Primera Guerra Mundial-, y ambas éramos conscientes de la magnitud del trabajo de documentación que significa escribir novela histórica.
Precisamente porque sé lo que cuesta hacerse con un contexto histórico -y desarrollar en él de forma creíble lo que queremos contar- es por lo que valoro novelas como esta. A mí me surgían dudas que, a priori, pueden parecer absurdas: ¿Cómo eran los calzoncillos a principios del siglo XX? (en caso de que necesites describirlos). ¿Qué sistema de calefacción usaban? ¿Había alcantarillado en esa ciudad que describo? ¿Agua corriente? ¿Luz eléctrica? ¿Cómo debo llamar al reciente invento de desplazamiento a motor de combustión? ¿Coche o automóvil?
Para mí, la mejor forma de resolver estas cuestiones fue leer a los autores contemporáneos que vivieron la época y plasmaron en sus textos acontecimientos -y su forma de relacionarse con ellos-, costumbres, normas sociales y vocabulario.
Para mí, la mejor forma de resolver estas cuestiones fue leer a los autores contemporáneos que vivieron la época y plasmaron en sus textos acontecimientos -y su forma de relacionarse con ellos-, costumbres, normas sociales y vocabulario.
Dicho esto, vamos a la novela. Este es el argumento de La Colina del Almendro:
El mundo y la vida de Mary Ellen se quiebran cuando su padre, el conde de Barton, entra en su cuarto. Ha decidido casarla con un rico comerciante sin rastro de nobleza afincado en Boston. Mary no puede creer que su padre renuncie a que su prometido sea aristócrata, pero sabe que de nada le servirá protestar. Ha sido educada para aceptar que todas las decisiones de su vida las tome el varón de la familia.
Tras una precipitada boda, se ve obligada a trasladarse a Londres desde Almond Hill. Poco después de llegar a la ciudad, Mary descubrirá los secretos que encierra su extraña boda. Y también que al corazón no se le puede atar con un contrato.
Ambientada entre el final de una época y los convulsos años que marcan el principio del siglo XX, La colina del almendro es una historia de venganzas, supervivencia, amor y guerra.
Creo que Mayte Esteban se ha superado como escritora. Hasta hace poco, Brianda: el origen del medallón era mi favorita entre todas sus obras, tal vez porque también tiene un contexto histórico importante. Pero lo cierto es que La Colina del Almendro -me encanta este título- la ha reemplazado.
Mayte Esteban |
No es una novela sobre la guerra, la guerra simplemente estalla y atropella a los personajes con su magnitud. Es, sobre todo, una historia de mujeres en manos de hombres en un tiempo en el que ya empezaban a sonar los primeros ecos de liberación patriarcal. Conoceremos a las primeras activistas políticas del movimiento sufragista británico, y en qué medida influye esta cuestión en Mary Davenport, la protagonista.
Desarrollada en Londres a partir de 1913, una de las cosas que más me ha gustado (en general es un rasgo que aprecio en todas las novelas) es que por muy terribles que sean los acontecimientos narrados siempre aparecen luces en forma de personajes que te devuelven la fe en el ser humano. En particular, me gustó mucho la señora Smith, la cocinera (muy entrañable) y también un personaje masculino derrotado por sus propias circunstancias que sufre una evolución espectacular y que la autora retrata de forma inteligente. El personaje no se transforma porque sí, es un cambio lento y doloroso a la sazón de los acontecimientos. Como lectora logré reconciliarme con su forma de actuar en el pasado hasta llegar a perdonarlo.
Desarrollada en Londres a partir de 1913, una de las cosas que más me ha gustado (en general es un rasgo que aprecio en todas las novelas) es que por muy terribles que sean los acontecimientos narrados siempre aparecen luces en forma de personajes que te devuelven la fe en el ser humano. En particular, me gustó mucho la señora Smith, la cocinera (muy entrañable) y también un personaje masculino derrotado por sus propias circunstancias que sufre una evolución espectacular y que la autora retrata de forma inteligente. El personaje no se transforma porque sí, es un cambio lento y doloroso a la sazón de los acontecimientos. Como lectora logré reconciliarme con su forma de actuar en el pasado hasta llegar a perdonarlo.
Mary Davenport es una de esas protagonistas que se queda contigo, vemos su crecimiento personal y su lucha por mantener a salvo a los que más ama, incluso cuando su propia seguridad está amenazada. Ha sido educada en las rígidas costumbres de la aristocracia anglosajona de principios del siglo XX y, con todo ello, ha llevado una vida cómoda y apacible. Tener que desenvolverse en el más bajo estrato social es un viaje que, sin duda, merece la pena presenciar.
También creo que la sinopsis no le hace justicia a lo que nos vamos a encontrar en la novela, no es la típica historia de joven aristócrata obligada a casarse con nuevo rico sin pedigree. Es mucho más, una novela llena de sucesos y acontecimientos, lecciones de vida y de Historia como para reducirla a eso. A mí, lo que de verdad me tuvo pegada a sus páginas fue la historia de supervivencia, de cómo el ingenio se agudiza cuando la necesidad obliga, de lo frágil que es el amor o, por el contrario, lo fuertes que se pueden volver los vínculos que nos unen a otros, la necesidad de las personas de encontrar su lugar en el mundo, un motivo por el que seguir adelante cuando se ha perdido todo.
Esa es la verdadera trama de la novela.
El contexto retratado con habilidad y rigor que te transporta a los escenarios también es un punto a destacar, porque cuando estás deseando sentarte a leer para volver a ese mundo es que está bien construido. A veces, no sé si os ha pasado, leemos novelas desarrolladas en lugares donde la escasez de descripciones o datos hacen muy difícil la tarea de meterse en el contexto, y al final uno no sabe (o le da igual) si está en Nueva York, por poner un ejemplo, o en un pueblo de Burgos. El escenario no forma parte de la historia.
Yo no concibo así las novelas. Para mí, la ambientación debe ser cuidada como un personaje más, está viva, y hay que construirla con mimo para lograr ese efecto tan poderoso de secuestrar al lector. No hay nada más emocionante en un libro que sentir que viajas en el tiempo y en el espacio. En resumidas cuentas, que habitas el mismo mundo que los personajes, que lo sientes parte de ti.
En esta novela puedes oler el carbón que escupían las chimeneas de la ciudad, el humo y la ceniza que ennegrecían los tejados rojos, el retemblar de las fábricas durante todo el día al son de los pistones de las máquinas a vapor. Como contrapunto al ambiente de la ciudad industrial, el olor de los bollos dulces de la señora Smith.
Tal vez yo le dé demasiada importancia a la ambientación, no lo sé, pero hace tiempo que no leo simplemente como lectora y no puedo evitar analizar el texto desde la perspectiva del creador.
En fin, que yo os la recomiendo encarecidamente.
También creo que la sinopsis no le hace justicia a lo que nos vamos a encontrar en la novela, no es la típica historia de joven aristócrata obligada a casarse con nuevo rico sin pedigree. Es mucho más, una novela llena de sucesos y acontecimientos, lecciones de vida y de Historia como para reducirla a eso. A mí, lo que de verdad me tuvo pegada a sus páginas fue la historia de supervivencia, de cómo el ingenio se agudiza cuando la necesidad obliga, de lo frágil que es el amor o, por el contrario, lo fuertes que se pueden volver los vínculos que nos unen a otros, la necesidad de las personas de encontrar su lugar en el mundo, un motivo por el que seguir adelante cuando se ha perdido todo.
Esa es la verdadera trama de la novela.
El contexto retratado con habilidad y rigor que te transporta a los escenarios también es un punto a destacar, porque cuando estás deseando sentarte a leer para volver a ese mundo es que está bien construido. A veces, no sé si os ha pasado, leemos novelas desarrolladas en lugares donde la escasez de descripciones o datos hacen muy difícil la tarea de meterse en el contexto, y al final uno no sabe (o le da igual) si está en Nueva York, por poner un ejemplo, o en un pueblo de Burgos. El escenario no forma parte de la historia.
Yo no concibo así las novelas. Para mí, la ambientación debe ser cuidada como un personaje más, está viva, y hay que construirla con mimo para lograr ese efecto tan poderoso de secuestrar al lector. No hay nada más emocionante en un libro que sentir que viajas en el tiempo y en el espacio. En resumidas cuentas, que habitas el mismo mundo que los personajes, que lo sientes parte de ti.
En esta novela puedes oler el carbón que escupían las chimeneas de la ciudad, el humo y la ceniza que ennegrecían los tejados rojos, el retemblar de las fábricas durante todo el día al son de los pistones de las máquinas a vapor. Como contrapunto al ambiente de la ciudad industrial, el olor de los bollos dulces de la señora Smith.
Tal vez yo le dé demasiada importancia a la ambientación, no lo sé, pero hace tiempo que no leo simplemente como lectora y no puedo evitar analizar el texto desde la perspectiva del creador.
En fin, que yo os la recomiendo encarecidamente.
Este verano también tuve ocasión de leer Las batallas silenciadas de Nieves Muñoz, que es otra novela sobre la Primera Guerra Mundial, aunque en este caso sí se centra de forma casi exclusiva en las trincheras y en los hospitales de campaña. Las dos son muy distintas, tanto en el tono de la narración (en la de Mayte Esteban abundan los diálogos y en la de Nieves Muñoz las largas descripciones) como en el argumento o número de personajes protagonistas. Como único punto de unión entre las dos, el componente epistolar que da inicio a cada capítulo y que provoca una íntima conexión de cada personaje con el lector.
Las dos han sido, cada una a su manera, muy buenas lecturas.
Os dejo un trocito de texto de La Colina del Almendro:
A esas horas de la mañana, solo unos meses antes, aquel espacio rebosaba vida. Los comerciantes voceaban sus productos y empleadas domésticas peleaban por conseguir los mejores para sus casas. Por desgracia, la escasez que empezaba a tomar a la fuerza la ciudad no había mantenido a aquel lugar inmune, sino más bien al contrario. Para Londres, aislada por el mar del continente, el mercado era el centro del cataclismo que estaba provocando el conflicto con Alemania.
En los tres últimos años, he leído un buen puñado de libros divulgativos sobre ese tiempo tan trágico para la humanidad, que no solo fue terrible por las consecuencias de la Gran Guerra sino también por la devastadora epidemia de gripe, la mal llamada "española", que dejó millones de muertos y que apodaron "la bestia" por su capacidad para matar. En todos esos libros nunca encontré una mención a una parte de nuestra geografía que sufrió verdaderas penurias como consecuencia de una guerra de la que ni siquiera formábamos parte. Es sabido que España fue un país no beligerante en el conflicto (nosotros teníamos nuestros propios problemas en el Rif y aún nos estábamos relamiendo las heridas después de perder las últimas colonias de ultramar), pero no por ello salimos indemnes.
Os dejo un trocito de texto de La Colina del Almendro:
A esas horas de la mañana, solo unos meses antes, aquel espacio rebosaba vida. Los comerciantes voceaban sus productos y empleadas domésticas peleaban por conseguir los mejores para sus casas. Por desgracia, la escasez que empezaba a tomar a la fuerza la ciudad no había mantenido a aquel lugar inmune, sino más bien al contrario. Para Londres, aislada por el mar del continente, el mercado era el centro del cataclismo que estaba provocando el conflicto con Alemania.
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En los tres últimos años, he leído un buen puñado de libros divulgativos sobre ese tiempo tan trágico para la humanidad, que no solo fue terrible por las consecuencias de la Gran Guerra sino también por la devastadora epidemia de gripe, la mal llamada "española", que dejó millones de muertos y que apodaron "la bestia" por su capacidad para matar. En todos esos libros nunca encontré una mención a una parte de nuestra geografía que sufrió verdaderas penurias como consecuencia de una guerra de la que ni siquiera formábamos parte. Es sabido que España fue un país no beligerante en el conflicto (nosotros teníamos nuestros propios problemas en el Rif y aún nos estábamos relamiendo las heridas después de perder las últimas colonias de ultramar), pero no por ello salimos indemnes.
Es un episodio olvidado, un sufrimiento que no aparece en el saldo de víctimas pero que provocó hambre, enfermedad y muerte derivados de una feroz carestía.
Esa historia ya está contada. Y estoy deseando compartirla con vosotros.
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