Como es la primera entrada del otoño, he decorado el scriptorium con tonos cálidos, por eso de estar en armonía con el entorno. Para mí es una estación especial. Disfruto de los colores que nos ofrece la naturaleza en esta época del año, cuando el clima aún es suave y podemos salir a caminar por los bosques, que nos reciben engalanados de cobres y dorados.
Pero no es este el tema de la entrada. Hoy quería hablaros de literatura fantástica.
Muchos ya sabéis que mi novela pertenece a este género, aunque no sea una lectora voraz de esta temática. Más bien el nacimiento de Los Ángeles de La Torre tiene que ver con que siempre he creído que a las novelas de ángeles, demonios, brujas, vampiros y criaturas varias, les faltaba algo, una base sólida, o al menos, lo más sólida posible. Creo que ese es el punto diferente que aporta Los Ángeles de La Torre, una visión actualizada de ciertos mitos -como el del mago Merlín-, y si no fuera por eso nunca me hubiera animado a escribir sobre un tema tan explotado.
Por otro lado, me apena que en España no tengamos ni
monstruos, ni magos, ni fantasmas, ni niñas adivinas -a excepción de Yaíza Maradentro-, ni dragones, ni un triste marciano
verde y escamoso. Y no es porque no haya escritores de este género, pero por alguna cuestión culturera, en España, a diferencia de otros países,
se cree que lo fantástico es un género preadolescente y son muy pocas las editoriales
serias que lo publican. Salvo contadas excepciones de peso, los escritores fantásticos son
mirados por el rabillo del ojo con cierta desconfianza. Todo lo que
huele a fantasía es considerado literatura menor dedicada a los niños.
Tampoco es porque no tengamos tradición y cultura popular hacia
lo fantástico: ¿acaso la Inquisición no creía en la existencia de seres
sobrenaturales? El Malleus Maleficarum o Martillo de las Brujas, era un libro
sobre la caza de brujas que se extendió por Europa como la pólvora para aplacar
la histeria colectiva. En él no sólo se describía cómo distinguir a una bruja,
sino también cómo acabar con ella.
Antonio de Torquemada (no
el inquisidor, este fue un escritor del Renacimiento) defendía el carácter
de fantasía
intensa y escribía sobre brujas, magos, trasgus y saludadores, incluso se
adentró en la mitología pagana de otras culturas.
Por tanto, sí tenemos una cultura
que se inclina hacia lo fantástico y está demostrado que es un género que
triunfa, aunque las editoriales no se decidan a apostar por él. Afortunadamente,
el desprestigio de lo fantástico está cediendo gracias a las nuevas
generaciones que han crecido o están creciendo con el género bien asimilado y
reclaman cada vez más su presencia en las librerías.
En la pasada Feria del Libro de
Madrid, el grupo editorial Random House Mondadori presentó un nuevo sello
dedicado exclusivamente a publicar libros de fantasía, terror y ciencia ficción:
El género fantástico tampoco ha
sido muy explotado en la televisión y el cine de nuestro país, pero parece ser que
esta tendencia también está cambiando. La productora Adisar Media pretende renovar el género apostando por la serie Driver, creada por Israel
González y que trata de viajes en el tiempo, extraños experimentos y el mundo
de los sueños. Al parecer, los efectos visuales de Driver son uno de los puntos
fuertes de la serie, ya que nunca se han hecho en España.
Esto podría suponer un cambio
para el género, para que de una vez por todas sea tomado en
serio.
Por último, quiero recomendaros una de las novelas fantásticas más extrañas, bellas y apasionantes de los últimos años: Bosque Mitago, de Robert Holdstock, todo un reto de lectura.
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