Hoy os traigo una recopilación de las manías más extrañas de los escritores famosos. Algunas son bastante sorprendentes, y sino leed.
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Alejandro Dumas |
John Milton
escribía envuelto en una vieja capa de lana, al estilo fantasma.

Al parecer,
García Márquez necesita una temperatura determinada en su lugar de trabajo. (Yo
eso lo entiendo. Es muy difícil escribir con los dedos ateridos por el frío o,
por el contrario, sudando como un pollo). También le gusta en su mesa una flor amarilla.
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Balzac |
Asimov
escribía de siete a ocho horas al día, de lunes a domingo. Su media eran
treinta y cinco páginas por jornada.
Haruki
Murakami se levanta a las cuatro de la mañana y trabaja seis horas. Por la
tarde corre diez kilómetros, escucha
música y se va a la cama a las nueve.
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Vargas Llosa |
Rousseau se marchaba al campo porque necesitaba absoluto silencio, algo
parecido a lo que le ocurría a Montaine, pero este se encerraba en una torre.
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Marguerite Duras |
Marguerite
Duras lo hacía -escribir- con una botella de whisky al lado porque
así le parecía que estaba en un bar, y ese ambiente le gustaba. Lo que no sé es si se la bebía. Sartre iba más allá y combinaba ruido, tabaco y
alcohol, cosa que, al parecer, le producía una serena calma.
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Miller |
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Steinbeck |
Por último, a Neruda le gustaba escribir con tinta verde.
En fin, será cuestión de genios...
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