jueves, 5 de diciembre de 2013

MIENTRAS CRECES


Llevo unos días acordándome de una canción del grupo ABBA titulada "Slipping through my fingers", muy bonita, tanto su versión en inglés como la que hicieron en español bajo el título "Se me está escapando".
Yo tenía catorce años cuando se grabó por primera vez y recuerdo que la letra no me había llamado mucho la atención.  Habla sobre padres que ven cómo sus hijos crecen y se van mentalizando de que un día emprenderán el vuelo en solitario por la vida.
Desde que soy madre, escucho la canción desde otra perspectiva, cada palabra toma un nuevo significado.

Hoy mi hijo cumple doce años. Como les suele ocurrir a los padres, le miro y todavía veo al niño pequeño, el mismo que hasta hace un suspiro me necesitaba para todo. Crecer puede que no sea fácil para él, tener que adaptarse a los continuos cambios de su cuerpo. Pero para los padres, que estamos junto a ellos desde su primer instante de vida, tampoco es sencillo darnos cuenta de que una etapa se termina y otra nueva comienza.
Todavía me siento en su cama cuando duerme. Me recreo en sus rasgos, que para mí son los más perfectos, y aún veo en ellos la expresión serena de sus primeros sueños. Mi rostro siempre dibuja una sonrisa inconsciente mientras doy gracias a Dios, a la Providencia, o a quien sea que mueva los hilos de nuestro destino, por haberme dado la oportunidad de ser madre, aunque solo me lo haya concedido una vez. Agradezco cada una de sus sonrisas, cada una de sus caricias sinceras, cada uno de sus abrazos espachurradores que me han transmitido la sensación de que para él no hay nadie en el mundo más importante que yo. Es un bucle que se retroalimenta a sí mismo; cuanto más entregamos, más recibimos, y cuanto más recibimos más estamos dispuestos a entregar. 

Noto que ya va reclamando su propio espacio, y veo que me cuesta no llenarlo de besos cuando lo tengo cerca, no pellizcarle los mofletes, esos que todavía conservan las líneas redondas de la infancia. Pero soy consciente de que el tiempo se agota, de que la etapa infantil se escapa.

Cuando era más pequeño anotaba en un diario todos sus progresos, las frases más divertidas que pronunciaba con la lengua enredada de los niños. Eran notas día a día. Y ahora, con la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, quiero decirle que no me arrepiento de haber atendido siempre sus lloros, aunque algunos pudieran pensar que lo estaba malcriando, no me arrepiento de dejarle dormir en mis brazos o de quedarme muchas noches a su lado hasta que el sueño le vencía.

Voy guardando en un lugar imaginario todos sus "te quiero", todos sus "eres la mejor mamá del mundo", cada uno de los "ay, mamá, mamá, qué despistada eres...", dicho con tanto cariño que hasta pienso que ser despistada no puede ser malo del todo.
Sé que nunca habrá nadie que me hable, que me mire y que me abrace con tanto amor como lo ha hecho él hasta ahora.

También sé que tengo que abrir los brazos un poco más cada día, que hay que dejarlos crecer, pero no puedo evitar pensar que pronto ya no necesitará tanto mi cariño, y que llegará el momento en que puede que le molesten las demostraciones de afecto. Ojalá no. Pero por ahora, mientras las continúe recibiendo con una sonrisa, seguiré llenando mi lugar imaginario con cada una de las cosas maravillosas que compartimos.

Felicidades mi spider monkey




4 comentarios:

  1. ¿Sabes cuándo empecé a darme cuenta de que empezaban a batir las alas? Con algo muy tonto, cuando pesaban demasiado para cogerlos en mis brazos.

    Si doce te parece un mundo... el mío dentro de un mes cumple 14 y ya es más alto que yo. Otra sensación extrañísima, ese diminuto ser que se acurrucaba a tu lado hace no tanto (bueno, sí hace mucho pero no lo parece) ahora es capaz de abarcarte con su abrazo.

    Pero no te preocupes, todas las etapas son bonitas. La adolescencia, la que se avecina, a veces es frustrante pero acuérdate de esto: tú cuando se ponga muy, muy, muy tonto, respira y piensa que son las hormonas. Y si eres capaz te ríes un poco. Se descolocan y se tranquilizan.

    Un beso

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  2. Hace mucho que no puedo cogerle en brazos, Mayte, pero veo que está en esa etapa de transición hacia la adolescencia: ya no es un niño pequeño, ni tampoco es un chico. Yo soy de las que suelo respirar y encarar los arrebatos de esta edad con un poco de risa. Es que empieza a decir algunas cosas que son tan típicas de la adolescencia que me da la risa sin querer. Espero poder mantener esa postura en los próximos años. Un abrazo.

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  3. Qué bonito, Mayte, me ha encantado. Y te felicito especialmente por haber atendido siempre sus lloros y haberte quedado a su lado hasta que se durmiera. Eso sí que es bien-criar.

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  4. Gracias, Carmen. Y lo más importante: he disfrutado de cada momento.

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