martes, 15 de septiembre de 2015

La cuestión verosímil y predecible en las novelas



Que una novela sea inverosímil y predecible parecen ser dos de los adjetivos favoritos de los lectores para juzgar negativamente una novela.  

Tal vez el atributo de verosimilitud es el mayor reto para un escritor, pues su obligación como creador es ofrecer una visión de su historia lo más veraz posible. No olvidemos que incluso la fantasía y la ciencia ficción tienen sus propias normas en este aspecto. Sin embargo, a veces los autores podemos caer en el error de tratar de extrapolar la historia a la vida real.
Pero lo cierto es que no se trata de que nuestras creaciones se parezcan a la vida misma, sino de que se ciñan al universo creado, profundizando en los personajes y en el ambiente hasta hacerlo creíble.

Hay incluso historias basadas en hechos reales, con personajes que todos podemos reconocer, como por ejemplo la miniserie de televisión Felipe y Letizia, cuyo argumento tiene menos credibilidad que Alien vs Predator, por poner solo un ejemplo.

En la vida real pueden suceder hechos extraordinarios y no necesitan justificación. Pero en la literatura esta premisa no se cumple, y debemos ser coherentes con el mundo que hemos creado y fieles a la realidad que queremos transmitir.

Si buscamos justificar la conducta de nuestros personajes en la realidad, fracasaremos, porque su modo de actuar no debe ser coherente con nuestro mundo, sino con el suyo.

Pensad un momento en un personaje llamado Paquito que ha sido infiel a su mujer. Su amante lo chantajea con unas fotos robadas y le pide cien mil euros a cambio de su silencio. ¿Os imagináis a Paquito preguntándole a su creador desde el folio: "Oye, Manolo, ¿qué harías tú en mi situación?".
Manolo tal vez le respondería: "Coño, Paquito, ir a la Policía, ¿crees que los euros me llueven del cielo?".
Si yo fuera la creadora de Paquito, le diría: "Te jodes, Paquito, eso te pasa por golfo, y si piensas que voy a sacarte los rescoldos de la hoguera enviándote a la comisaría más próxima, te equivocas, vas a tener que sufrir un poco más para salir de esta".

En resumen: si enviamos a Paquito a la comisaría, se termina nuestra historia. ¿Sería la actuación más lógica y cercana a la realidad? Tal vez, pero ahí se acabaría todo, a menos que, en posteriores investigaciones, los eficientes policías descubrieran que la amante está liada en realidad con la mujer de nuestro Paquito, y que ambas han tramado un plan para llevarse su dinero y exiliarse en las islas Fiyi.
¿Se parecería esto a la realidad? Pues no, pero no me digáis que no suena más interesante.

Yo, como lectora, sé que lo que estoy leyendo no es verdad, pero quiero que lo parezca, lo cual no implica que se parezca a la realidad. 

Otras veces, cuando un personaje no se desarrolla en la historia como lo haríamos nosotros, la catalogamos de inverosímil. Es cierto que algunos lectores necesitan sentirse identificados con el personaje para disfrutar plenamente de una novela, pero eso no quiere decir que si no actúa según nuestro criterio la trama pierda credibilidad.

La novela es ficción, y no se puede someter a las leyes de la realidad. Confrontar ficción y realidad es una opción utilizada a menudo por los lectores pero, a mi entender, es del todo incorrecto. Normalmente, este tipo de lector compara la ficción que está leyendo con su propia experiencia y si no encuentra en ella nexos de unión, le atribuye el rasgo de inverosímil. Pero lo cierto es que la lógica del personaje no viene dada del mundo real, sino de la línea argumental que el creador construye.

Recuerdo el comentario de una lectora (en una página de descargas piratas donde estaba mi novela Un amor para Rebeca) que opinaba que la novela era inverosímil porque uno de los personajes -la madre de la protagonista- actuaba, a su modo de entender, como si fuera de otra época. Todo porque la mujer es dominante en extremo, intransigente y a la que le inquietan más las apariencias que la verdadera felicidad de su familia.
¿De verdad ya no existen personas así en nuestros días?
Puede que en la experiencia vital de esta lectora no se haya encontrado con alguien así, pero haberlas, haylas, como las meigas. Y volviendo a lo dicho antes, al menos en mi caso, no necesito ampararme en la realidad para construir el universo que rige el mundo de mis personajes. Lo que sí me tomo en serio es justificar las conductas en torno al mundo que he creado, no a la realidad.

Un comentario aislado de inverosimilitud no nos debe preocupar, pero si las opiniones en este sentido son recurrentes, deberíamos analizar la obra para extraer conclusiones de por qué los lectores se han quedado con esa sensación. 

En cuanto a predecible..., aquí hay para una tesis. Es uno de los mayores obstáculos para algunos lectores, que no soportan saber qué va a pasar con la historia. Si nos detuviéramos un momento a analizar los comentarios de las novelas, "predecible", junto con "inverosímil", es otro de los atributos negativos más utilizados por los lectores para demostrar su descontento.

Por otro lado, hay autores que declaran de antemano que sus novelas siempre acabarán bien. Son, por tanto, predecibles. Y la pregunta del millón es: ¿generan por ello menos interés?
Supongo que este tipo de lectores nunca lee un libro dos veces.

A mí me importa más el trayecto, lo que me haga sentir el autor por el camino. Si leo una novela romántica quiero que los amantes terminen juntos y, normalmente, así es. Por tanto es predecible. Si leo policíaca quiero que el asesino acabe entre rejas y, la mayoría de las veces, así es. Una vez más: ¡predecible! Si los alienígenas invaden la Tierra, quiero que:

a) Los humanos expulsen a los alienígenas.
b)Los alienígenas sean mejores y más avanzados que nosotros y que terminen con el hambre y las guerras del mundo, y así vivir todos en paz y armonía.
c)Los alienígenas sean terríblemente guapos e inteligentes, y entonces no me importará que conquisten la Tierra.

Pero nunca, NUNCA, querría que unos extraterrestres con cara de monos narigudos se quedaran en casa, aunque eso eliminara de un capazo la cualidad "previsible" de la historia.

Por tanto, si lo amantes no acaban juntos, si el malo no acaba en la cárcel, si los alienígenas se quedan en la Tierra y son unos salvajes..., tal vez la historia no sea previsible, pero a mí seguro que no me gusta. Ni al noventa y cinco por ciento de los lectores.

Y aquí no voy a hablar de esas novelas policíacas en las que sabemos quién es el asesino desde el principio. Eso sí es un dato en contra, y a menos que sea un recurso del autor para sorprendernos después con un giro inesperado, no tiene perdón.















5 comentarios:

  1. Muy buena entrada, Mayte. Es verdad que esos dos adjetivos son los más recurrentes a la hora de tirar por tierra una novela.

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  2. Yo estoy contigo en que lo importante no es ya que te imagines el final, sino en el recorrido, en que la lectura sea satisfactoria. Me da igual si el final de una novela es previsible si es el final perfecto, el que me parece que llena la historia de esa verosimilitud, que como bien explicas no es contar la verdad necesariamente, sino algo que pudiera pasar por real.

    Un beso

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  3. A mi me importa poco el final de la novela, como bien dices "lo importante es el trayecto" el universo que construyas con los personajes, eso es lo que me engancha. Quizás predecible tenga un sentido oculto que desconozcamos. Besos Mayte

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