viernes, 25 de septiembre de 2015

A love for Rebecca/AmazonCrossing


Faltan solo unos días para que "Un amor para Rebeca" esté disponible también en inglés en todas las plataformas de Amazon. Han sido muchos meses de trabajo colectivo y, a la vez, una experiencia como autora muy provechosa.

Tengo que agradecer a Elizabeth DeNoma (Acquisitions editor for literature in translation) el haber estado a mi lado durante todo el proceso, de la misma forma que a Catherine Nelson, quien se ocupó de la traducción y con quien tuve oportunidad de comentar los entresijos de la historia.

Una pregunta que generó un debate abierto entre las dos, y que yo valoro especialmente porque nos sirvió para profundizar en los sentimientos de los personajes, fue esta:

---Alerta de spoiler---

¿Por qué Rebeca cuando vuelve de Escocia no se rebela a las imposiciones de los demás y pide ayuda a Kenzie en vez de rendirse a los deseos de su madre? Eso sería lo más lógico, lo que haría cualquier persona, me decía.

Admito que, en este sentido, yo tengo ventaja, porque conozco la personalidad de Rebeca al detalle y he hurgado en su forma de ser y de pensar con mucha frecuencia.

Respuesta nº 1: Si lo hubiera hecho, no habría conflicto vital, por tanto, no habría historia.

Esa es la respuesta más sencilla, pero existe una respuesta más razonada y coherente con la realidad de Rebeca.

Puede que nuestra protagonista sea la antiheroína, la que tiene un carácter débil, la que teme luchar y enfrentarse a los demás, la que creció bajo la influencia de una madre dominante que ha tomado todas las decisiones importantes por ella, Así es Rebeca; sumisa y poco propensa a la rebeldía. Y así actúa durante las dos primeras partes de la novela. Si Rebeca hubiera regresado a casa y hubiera plantado cara a todos para luchar como una leona por lo que deseaba, no habría sido coherente con su personalidad.

La vida de Rebeca, aunque parece fácil, en realidad es complicada, porque su madre la anula e impide que se desarrolle como ser independiente. Rebeca ama a Kenzie con toda su alma, pero también tiene dudas respecto a que pueda cumplir la promesa que le hizo. Cuando comprende que no podrá hacerlo, se convence a sí misma (convencimiento promovido por su madre y su novio, dos expertos manipuladores emocionales) de que su historia con Kenzie nunca debió suceder, de que ha sido un error auspiciado por la falta de experiencia, tal como le hacen creer. Y ella se conforma. Asume su error. Y sufre por ello. Sufrirá durante ocho largos años, años en los que va madurando y forjando su personalidad. Su voluntad se va revistiendo del aplomo necesario, como un grano de arena que se va cubriendo lentamente de nácar hasta que brilla como una perla. Es solo entonces cuando Rebeca toma las riendas de su vida, desligándose de la influencia de los demás, y decide recuperar la felicidad perdida. 

No es que de pronto sea una persona diferente, pues las inseguridades la acompañan siempre, pero no cabe duda de que el sufrimiento prolongado es capaz de insuflar fortaleza en los temperamentos más débiles. Y eso es lo que le ocurre a Rebeca. Un día decide que está harta de vivir bajo las normas que le han impuesto, y entonces se rebela. Tal vez le haya llevado más tiempo que a otra persona más fuerte, pero es la evolución más coherente con su carácter, lo contrario habría sido inverosímil.

Es cierto que nos gusta vivir a través de los personajes de una novela, y que a veces, cuando no actúan como lo haríamos nosotros, sentimos cierto coraje y ganas de zarandear a alguno para hacerle reaccionar. Pero aunque sean personajes de ficción, tienen que desarrollarse como si fueran personas reales, y crecer y madurar en su propio mundo. Y nosotros, como lectores, debemos darles esa oportunidad.








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