viernes, 15 de abril de 2016

¡Ya vienen los monos!



Tengo tantas cosas que decir de esta novela que no sé por dónde empezar. Estos últimos meses han sido bastante ajetreados. La publicación en alemán de "Un amor para Rebeca" me ha mantenido en una nube rosa desde mediados de enero, ya que desde entonces cerca de veinte mil lectores de ese país se han asomado a la historia de Rebeca y Kenzie, algo que todavía me cuesta creer, la verdad.
He recibido mensajes muy bonitos, los comentarios en la página de Amazon-Alemania son espectaculares y, en fin, que no puedo estar más satisfecha.

Pero creo que ya va siendo hora de que me despida de estos personajes y salude a los nuevos. Rebeca me ha dado muchas alegrías desde septiembre de 2014 y en todo este tiempo no ha dejado de venderse, comentarse y recomendarse, y por ello agradezco de corazón a todos los que me habéis ayudado de una u otra forma.

Sin embargo, una nueva historia reclamará su oportunidad dentro de dos meses, y muchos me estáis preguntando por ella, en particular queréis saber a qué se debe ese título.

Yo suelo darle muchas vueltas a los títulos. De hecho, es lo que más quebraderos de cabeza me da
junto con las portadas.

Teorema de Émile Borel
En el caso de Alicia y los monos fue algo que surgió solo, pues ya en el prólogo se habla de la relación entre el teorema científico y la vida de la protagonista.
Cuando alguien cercano me preguntaba cómo se iba a titular mi próxima novela y yo dejaba caer ese título, todos, sin excepción, exclamaban: ¡¿Cómo?! Y yo lo repetía con paciencia. Luego me tocaba explicar el bendito teorema (más desconocido de lo que imaginaba), que si bien no nos soluciona la vida, nos arranca alguna risa.

En una entrevista reciente me preguntaban con qué fin había nacido "Alicia y el teorema de los monos infinitos", y yo respondía que con el mismo fin de mis otras novelas: con el ánimo de entretener. Esa es mi mayor intención, aderezada con la esperanza de hacer sentir muchas emociones al lector (si algo le sobra a esta novela es emoción y emociones), y que además se quede con la sensación de haber aprendido algo nuevo.

No voy a explicar el teorema de Émile Borel en esta entrada porque creo que está al alcance de cualquiera conocerlo. Otra cosa es la relación que pueda tener en la historia.

La novela está narrada en primera persona por una mujer cercana a la cuarentena que tras seis años viuda siente el peso de la soledad de una forma que está afectando a su vida. No asume su nuevo estado como una sustantividad propia (no hay nada malo en la soledad si es algo buscado), sino que la dota de significado emocional y sufre por ello. Las existencias ajenas le devuelven el reflejo de lo que pudo ser su vida y no fue.

"¿Por qué yo no puedo tener lo que todos tienen?", se pregunta.

 Sin embargo, el lema de Alicia es que si no estás contenta con algo intentes cambiarlo. Alicia no quiere estar sola y encara el problema mirándolo de frente, sin prejuicios, sin restricciones morales o sociales. Y se lanza al vacío sin saber si al fondo de ese agujero profundo, oscuro e imprevisible, existe un colchón mullido que amortigüe su caída.

Pese al tema  delicado de la soledad, cada vez más vigente en nuestros días, la novela está narrada en clave de humor, lo que le resta seriedad y hace mucho más amena la lectura.

Además, no sufráis por Alicia, ya que en su vida aparecerá la extravagante Nina Popova, administradora de una página de citas que se tomará muy en serio eso de encontrarle pareja a nuestra protagonista.

El escenario elegido para contar la historia es un viñedo en Mallorca; una forma premeditada de rendir tributo a una de mis antepasadas: mi tatarabuela, que era natural de la isla y tiene su propia historia.

Cuando decidí que Alicia tendría que hacerse cargo del viñedo de su marido, era consciente del esfuerzo que supondría ponerme en su piel y hacer que su bodega funcionara con eficacia, de modo que lo primero que hice fue buscar ayuda. Así encontré a Cati Ribot, de las bodegas mallorquinas Galmes i Ribot, quien se mostró tan amable y dispuesta a ayudarme que se ha ganado un sitio destacado en los agradecimientos de la novela. Gracias a sus consejos fui instruyendo a Alicia sobre el complicado y apasionante mundo de la producción del vino. Me embriagué al mismo tiempo que ella con las fragancias del hollejo de la uva  y a través de ella fui capaz de sentir en la piel los efectos producidos por el polvo, la tierra seca y el sol.

Vinos ecológicos de las bodegas Galmes i Ribot

Conocer las bodegas de Cati Ribot también fue una sensación mágica, porque una vez más tuve la impresión de estar dentro de la novela, en este caso de La Rodona, la finca de dimensiones redondeadas que da nombre al viñedo de Alicia.

Se me quedan muchas cosas por contar, como por ejemplo cómo fue lidiar con varios acentos extranjeros al mismo tiempo, la cantidad de culebrones colombianos que me tragué (con el consiguiente peligro de engancharme a ellos) o la inmersión en la historia convulsa de la isla de Córcega, tan bella, tan indómita...

Pero eso lo dejo para otra ocasión.








4 comentarios:

  1. Pues que sepas que yo tengo muchas ganas de conocer a Alicia. Te deseo muchísima suerte con ella, Mayte.

    Besos grandes!!!

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  2. Sé que esta tendrá tanto éxito o más que 'Un amor para Rebeca'.
    Besos,

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