viernes, 27 de mayo de 2016

The Walking Desk




Hace tiempo que me preocupa el hecho de pasar muchas horas sentada delante del ordenador. Es uno de los problemas más importantes que le veo a este trabajo/pasatiempo de escribir novelas, sobre todo cuando empiezas a tomártelo en serio y te impones horarios que te obligas a cumplir con disciplina norcoreana.

En  mi caso son cinco horas por la mañana y unas dos por la tarde en momentos en los que estoy desarrollando una historia, pero a veces pueden ser más, depende de si también escribo en el blog, tengo mucho texto que corregir/revisar, o estoy documentándome para algo nuevo, por no hablar del tema redes sociales, tan importantes para la promoción pero que, por desgracia, también manejas con la silla pegada al trasero. 

Las horas se pasan volando y, cuando te das cuenta, el cuerpo se resiente y te grita desde dentro que levantes el culo de la silla y salgas a dar un paseo. Y tú lo haces, y agarras la correa del perro, se la pones con impaciencia y comienzas la caminata con un vigor que parece innato en ti pero que se vuelve en tu contra cuando llevas quince minutos a todo gas. Entonces empiezas a jadear, y tu perro también, pero él de forma más natural que tú, porque además de hiperventilar también estás roja como un tomate, y cuando te cruzas con un vecino y te pregunta si has venido corriendo, tú le respondes avergonzada que has echado una carrerilla porque quieres mantenerte en forma y eso... 
Dejas atrás al vecino y avanzas notando una extraña sobrecarga en las piernas que te hace pensar que la comida se te ha bajado de repente a los gemelos. Pero la cosa no termina ahí, porque pronto la sobrecarga te invade el glúteo mayor, el menor y el medio, e intentas girar el cuello hacia atrás para comprobar que ningún desaprensivo haya colado una bolsa de piedras dentro de tus pantalones,  y al final te das cuenta con horror de que todo lo que intuyes ahí detrás es tuyo y solo tuyo.
Llegados a este punto me paro en seco. El perro sigue caminado como si nada, con sus patitas cortas y atléticas hasta que la correa le pega un tirón y no le queda otra que detenerse. Se da la vuelta y me mira con cierto resentimiento, previendo que el paseo se acaba de terminar. 
Han pasado veinte minutos, y vuelvo a casa con la sensación de haber perdido el tiempo y notando los remordimientos corroyéndome por dentro por no haberme quedado a corregir lo que había escrito por la mañana.

Treadmill Desk
Con todo esto quiero decir que el trabajo de escritor es muy sedentario, y yo no me siento bien cuando no me muevo. Por eso decidí tomar medidas drásticas. Me dije que tenía que haber alguna forma de hacer ejercicio mientras escribía, y lo primero que se me vino a la cabeza fueron esos pedales que colocas frente a la silla y que anuncia la televisión.
Pero no me entusiasmaba la idea. Nada en absoluto.
Navegando por internet conocí los Treadmill Desk (escritorios adaptados a las cintas de correr) que tan de moda están en USA -como no- y que vende Amazon por el módico precio de 700$. A eso habría que añadir el coste de la cinta de correr. 
Al principio me pareció una idea ridícula. Nunca me han gustado las cintas de correr porque prefiero salir a caminar fuera, pero las circunstancias han cambiado y, según algunos estudios, caminar una hora al día no compensa las horas que pasamos sentados, sobre todo si son más de cuatro.

Seguí buscando opciones y vi algunos vídeos sobre si era posible caminar y escribir en un ordenador al mismo tiempo. Todo indicaba que sí, pero yo tenía mis reservas. Me preocupaba no tener suficiente concentración para hacerlo todo a la vez.
Probé algunas cintas y caminé en ellas. El cuerpo no se mueve mucho a una velocidad de 2 a 2´5km/h, y eso me animó. Entonces decidí que me compraría una cinta de caminar y que le acoplaría  mi propio escritorio. Cuando fui a las tiendas a mirar distintos modelos siempre me preguntaron para qué la quería; no es lo mismo una cinta para correr que para caminar, y el precio tampoco es el mismo. Yo explicaba mi plan, y creo que más de uno pensó que era un poco excéntrica. El dependiente de El Corte Inglés, sin embargo, me dijo que no era nada raro, que había vendido una máquina de 1700€ para que caminara un perro. Así que lo mío no era tan extravagante. 
Allí mismo me compré una BH a muy buen precio, obviando las advertencias de mi marido que insistía en que eligiera una que se plegara del todo para que entrara debajo de la cama cuando me cansara de ella. Cosa que, según él, ocurriría sin remedio.

En fin, quince días más tarde llegó mi flamante cinta nueva. La tabla que utilizo de escritorio me costó 12€ y me hace el mismo servicio que el Treadmill desk de 700$.

Ya han pasado tres meses desde que la tengo, y puedo hacer una valoración bastante aproximada de su utilidad. 

A favor:

Se puede escribir y caminar al mismo tiempo, siempre que la velocidad no exceda de 2,5km/h. A más velocidad el cuerpo se mueve demasiado y es más difícil escribir, aunque yo a veces la pongo a 3km/h. 
La velocidad mínima de la cinta es de 1km/h y avanza de cien en cien metros, con lo cual es fácil de adaptar a las necesidades de cada uno. 
También se pueden aprovechar algunos momentos de descanso (de escritura) para aumentar la velocidad un rato. 
Otra opción para que el ejercicio sea más intenso a baja velocidad es aumentar el grado de inclinación de la cinta.
Un punto a favor de esta máquina en particular (BH Bladez TR101), es que es bastante silenciosa, otra de las cosas a tener en cuenta antes de comprar una. 

En contra:

Las cintas son enormes, aunque en la foto no se aprecie, ocupan un montón de espacio. 
Otro punto desfavorable (al menos en mi caso) es que cuando estoy escribiendo algo que requiere mucha concentración, tengo que bajarme.

Como veis, el sistema tiene más ventajas que inconvenientes, y yo la uso con regularidad, sobre todo cuando miro redes sociales, corrijo y releo lo escrito y también mientras escribo cosas nuevas, siempre que tenga claro de antemano lo que voy a contar. Si necesito mayor concentración, ya he dicho que tengo que bajarme o caminar muy despacio. A la velocidad mínima creo que se podría hacer cualquier cosa. Es un paso muy lento pero, aun así, me parece mejor que estar sentado.

En el tiempo que he tardado en escribir esta entrada, he caminado dos kilómetros. ¿Qué os parece? 
Creo que, definitivamente, este trasto no acabará debajo de la cama.
Ah, he olvidado decir que desde que la uso he adelgazado un kilo y medio. No era ese mi propósito, pero el cuerpo nota el cambio.













6 comentarios:

  1. Las ideas ridiculas pueden ser al mismo tiempo creativas. Y me recuerda algo de un capítulo de Los Simpsons, en que se podía ver series mientras se hacía ejercicio.
    No es mala idea. Sobre todo si tiene espacio para dibujar en hojas A3.

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  2. Mayte me llena de orguyo ver esa tabla jejej.
    A veces las cosas mas sencillas se hacen importantes.Me gusta la ides

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  3. ¿De verdad te la has comprado y la usas?

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  4. Sí, Maria José, la uso bastante, ha sido todo un descubrimiento y el tiempo se pasa volando mientras trabajas en el ordenador, cuando te quieres dar cuenta has caminado dos o tres kilómetros. También la uso mientras leo. En realidad, a una velocidad baja se pueden hacer muchas cosas.

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  5. ¡Buenos días Mayte! He llegado hasta aquí gracias a la entrevista que te ha hecho Maria José Moreno.

    Yo al igual que tú, también paso muchas horas escribiendo, corrigiendo y leyendo. Poco a poco cada vez sé que tendré que pasar mucho más tiempo, y mi cuerpo se resiente.

    Tu táctica es muy buena. A veces cuándo paro de hacer lo que tengo que hacer siento que pierdo el tiempo como dices, pero, es cierto que el cuerpo debe de desconectar un poco de vez en cuándo. El exceso nunca es bueno.

    Lo más posible es que termine probando haciendo algunos ejercicios, meditación... .
    Pronto, a ver si puedo leer tus libros.

    Encantada de poder leerte.

    Noa

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  6. Muchas gracias por pasarte, Noa, cualquier cosa que despeje la mente y tonifique el cuerpo viene bien en nuestra situación. Un abrazo.

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