martes, 20 de junio de 2023

La aventura es un paseo por tu hogar





freepic.diller



¿Os imagináis ir al rastro un domingo y encontraros con una foto enmarcada de vuestra familia entre un montón de cachivaches viejos? Pues eso fue lo que le sucedió a la amiga de una amiga.

Otro día escuché el caso de una persona que, tras fallecer su madre, envió a su casa a una de esas empresas del tipo vaciamos.com para que arrasara con todo. 
Todas aquellas cosas que un día significaron algo para la mujer quedaron repartidas entre el basurero, el rastro y la Fundación Humana.

Durante los días siguientes no pude quitarme el asunto de la cabeza. Me machacaba la culpa de quien guarda todo, de quien encuentra razones sentimentales para conservar cualquier cosa por absurda que parezca. La imagen de mis recuerdos esparcidos en un puesto de mercadillo me provocó verdadero espanto. Y tuve la necesidad de tomar el control. 

En nuestra casa existe una buhardilla, que tiene a su vez un cuartito donde caben todos los trastos del mundo. También es el reducto donde almacenamos recuerdos de hace mil años. Tengo que admitir que la mayoría de las cosas son mías.  L.A. solo guarda su traje de submarinista, que es casi de la época de Cousteu, y poco más, pero yo conservo en el altillo cada porción del pasado, un lugar al que nunca me asomo porque, en lo cotidiano, apenas hay tiempo para la melancolía.
 
Imaginé a mi hijo en el futuro teniendo que hacer frente a semejante cantidad de cosas inservibles, cuyo significado mayormente desconoce, y me dije que era un buen momento para deshacerme de todo. No tiene sentido seguir guardando fotos, diarios, postales, cartas y un sinfín de objetos que nunca me detengo a mirar y que ya no comparto con nadie. Porque nadie va con una caja de recuerdos bajo el brazo. Ahora todo está en el móvil, y lo que no está ahí no existe o no vale la pena traerlo al presente. 

Si se trata de destruir mis cosas, yo mejor que nadie.

«La aventura es un paseo por tu hogar.»
Ahora lo entiendo.

Fue como entrar en una máquina del tiempo. Me enfrente a la mirada que tenía a los dieciocho años, a la edad en la que se sueña a lo grande, cuando se tiene todo por hacer.  Si existiera la magia, me gustaría decirle a mi yo adolescente que, al final, lo de la música no funcionó, y que debería concentrar la energía en otra cosa. 
Me miro a los ojos y veo el extraordinario enigma que representa el futuro. 
Aquellas sensaciones, las de creer que puedes lograr cualquier cosa que te propongas, fueron maravillosas.

Pero pasan los años y de nuestro ser se van desprendiendo trozos de nosotros mismos con los que no sabemos qué hacer. Cada trozo representa un sueño, una ilusión, un amor, una esperanza. También puede ser un amigo, un desengaño, una ausencia, un complejo, una ideología, la fe en las personas o la falta de ella. 

Si pudiéramos vernos los trozos como nos vemos las piernas, nos sorprendería la cantidad de ellos que aún llevamos prendidos al alma.  

Me han dado mucho trabajo las fotografías. Cientos de ellas acumuladas desde que comencé a moverme sola por el mundo.  Nunca sabemos el valor real del instante que vivimos hasta que se convierte en un recuerdo, y un segundo atrapado en nuestra eternidad no puede terminar en un mercadillo de domingo, es lo que me digo mientras destruyo las fotos de menor valor. 

Le llega el turno de limpieza a los apuntes y los libros y me invade aquel sentimiento encandilado de entonces, el de pensar que lo mío era la música, que fuera de ella habitaba una selva extraña y ajena que no comprendía. 


Agrupación Artística Gijonesa. En este mismo escenario comenzó a cantar Luz Casal. 

No considero un error haber luchado por lo que amaba. En aquel momento lo necesitaba para ser feliz. La vida me estaba esperando, todo era posible y tenía la oportunidad al alcance de la mano. No funcionó como esperaba, pero fui feliz intentándolo.

Aunque me arrepiento de haber descuidado el plan B.

Por eso, cuando se extinguió esta vía, me encontré perdida, y aún tardaría unos años en encontrar la carretera secundaria que me permitiría expresar lo que llevo dentro. De una forma u otra, persiste en mí la necesidad de contar, de transmitir emociones y de dar salida a la imaginación. 

He comprado una caja de cartón. Ahí tienen que caber todos los recuerdos que deseo conservar. He guardado un solo diario y un puñado de fotografías por año. No necesito nada más. 

Ha sido un proceso íntimo. También ha resultado ser un aprendizaje. Me he dado cuenta de que los recuerdos importantes están dentro de uno y que van con nosotros a todas partes. Cada una de las cosas que nos hicieron felices o que nos hicieron daño, los errores que cometimos, se quedaron en nuestra mirada, en nuestro modo de comunicarnos con los demás, en la forma en que nos movemos por la vida. 
A eso se le llama madurar.
Aunque a mí me gusta más la palabra florecer.







7 comentarios:

  1. Me llamo Fayna. Te acabo de conocer como escritora con el Guardián de la marea. Tienes algo que conecta directamente con mi corazón, eso solo lo había conseguido, hasta el momento, Isabel Allende. Has vuelto a hacerlo con este post. Un abrazo enorme de Gran Canaria.

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  2. Muchas gracias por tus palabras, Fayna, me animan y me dan fuerza para seguir buscando historias que emocionen. La semana que viene vuelvo a Gran Canaria, estaré en la biblioteca de Telde el 28 de septiembre. Estoy deseando que llegue el momento. Un abrazo fuerte.

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  3. ¿Qué dices? ¡Vivo en Telde! Tengo un compromiso ese día a las 19:00, ¿A qué hora estarás?

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    1. El acto será a las 18:30h en la biblioteca Saulo Torón, y es una reunión con grupos de lectura para hablar sobre El guardián de la marea. Me alegrará saludarte si puedes asistir, de lo contrario, seguro que habrá otras oportunidades. Un abrazo.

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  4. Estoy haciendo lo posible por ir. Iría con una prima mía que fue la que me recomendó el libro. Tenemos muchas ganas de conocerte. ¡Un abrazo!

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